Las fotografías bajo el agua ofrecen una visión fantástica de un mundo al que el ojo humano no tiene acceso.
Las fotografías bajo el agua ofrecen una visión fantástica de un mundo al que el ojo humano no tiene acceso. Y son uno de los mayores desafíos que puede tener un fotógrafo, que debe estar bien preparado cuando se sumerja con un traje de neopreno y equipo fotográfico en las profundidades.
– EQUIPO: Existe toda una serie de cámaras compactas resistentes al agua que aguantan a varios metros de profundidad y tienen un programa de fotografía submarina. Pero para tomas a cierta profundidad y con una mayor calidad, es necesario tener una cámara réflex o de sistema con un gran sensor, objetivos intercambiables y flash externo.
Para que la cámara se mantenga seca hay que meterla en una carcasa resistente al agua, algo que puede ser más caro que la cámara en sí, pero que es inevitable, señala Bernd Köppel, fotógrafo profesional que da seminarios de fotografía submarina.
Las bolsas de plástico que se venden como opción más barata no son para él una solución, pues dificultan el manejo de la cámara y porque al aumentar la profundidad la presión del agua puede bloquear los botones.
– PREPARACIÓN: Antes de meterse al agua hay que probar que la cámara esté bien protegida. Los anillos de las juntas tienen que ser tratados regularmente con grasa especial que se vende en las tiendas de buceo. «Eso evita las rajaduras», explica la fotógrafa especializada en imágenes acuáticas Sylvia Dobler.
Los granos de arena o los pelos también pueden hacer que entre el agua. A quienes les dé miedo la aventura, pueden practicar primero en la piscina, recomienda. Si se va a fotografiar a personas, se pueden ensayar determinadas poses y acordar señales con las manos.
– CONFIGURACIÓN: Como también bajo el agua la luz tiene una temperatura de color determinada, hace falta un balance de blancos. Es la única forma de que luego los colores parezcan naturales. Para medirlo basta con un casco blanco de un bote. Una sensibilidad ISO demasiado elevada genera ruido en la imagen, y si es demasiado baja el tiempo de exposición podría ser demasiado largo y las fotos saldrían movidas.
Para tener luego mucha capacidad de edición vale la pena tomar las fotos en el formato RAW en vez de en JPEG siempre y cuando se cuente con suficiente memoria. Debido a lo difícil de la iluminación bajo el agua, la edición posterior puede salvar muchas fotos. «Por ejemplo se puede hacer el balance de blancos a posteriori», comenta Bernd Köppel. O añadir claridad.
– PERSPECTIVA: Bernd Köppel lleva 40 años sacando fotos bajo el agua y conoce los errores de los principiantes. Lo típico es que el fotógrafo esté demasiado lejos del motivo a fotografiar, que capte imágenes de arriba hacia abajo y persiga a los peces por detrás. «Uno no retrata a una persona de espaldas, con los peces es igual», señala.
Lo mejor es acercarse a la vida acuática despacio, o dejar que el pez lo rodee a uno mientras flota tranquilamente bajo el agua. Quien consigue sacar la foto ligeramente por debajo le concede a un tiburón o una barracuda un efecto majestuoso.
Otra regla de oro es acercarse. «Desde un centímetro cuando se hace fotografía macro hasta 1,5 metros en tomas con gran angular», recomienda Köppel. Con un gran angular, idealmente de 17 milímetros, se consigue captar en una foto a los cardúmenes. Las típicas deformaciones que genera el gran angular se notan mucho menos bajo el agua. «Aquí no hay líneas rectas como edificios o cosas similares».
– FLASH: Solamente es posible prescindir de él si se está justo bajo la superficie y bajo el sol del mediodía. Más abajo es imprescindible tener un flash externo. A medida que se va bajando, todo es cada vez más oscuro y los colores desaparecen. Los flash incorporados no sirven porque pueden causar un efecto de bola de nieve cuando la luz es reflejada por los sedimentos. El flash externo permite que la luz artificial llegue al objeto desde otro ángulo. «Para ello hay que montarlo en un brazo bastante largo», señala Köppel. El máximo de distancia que llega a iluminar son 1,5 metros. «El agua se come la luz de forma implacable».
Pero dar luz no es la única tarea del flash, sino también revivir la paleta de colores, añade Köppel. «Los tonos de gran longitud de onda como el rojo desaparecen a los seis metros de profundidad». A partir de los 15 ya no se ve el naranja, y a partir de los 30, el amarillo. «Un buen flash hace aparecer los colores del espectro uno a uno de nuevo».